Me pregunto que sería de mí, Señor, sin tu presencia y sin tu compasión. ¿Dónde pondrías mis esperanzas sin Tú, Señor, no hubieses venido a mí? ¿Cómo podría aliviar tanto dolor en este mundo que nos aflige, me llena de tristeza y me desespera y angustia? Sin Ti, Señor, ¿a dónde y a quien acudiría? Por todo ello, Señor, me siento agradecido, lleno de esperanza, de vida y fortaleza ante el dolor que, este mundo, me presenta en mi peregrinar hacia la Casa del Padre.
¡Qué sorpresa, Señor! Muchos, que te han conocido, te toman de forma indiferente y como una ocasión que le ayuda a entretenerse siguiéndote. No entiendo como puede suceder eso. Bueno, ayer nos lo dijiste en el Evangelio, son los enterados, los suficientes, los que se saben todo y piensan que seguirte es una manera más de tratar de entretenerse y pasar el tiempo. Y sucede así, porque son precisamente los más preparados intelectualmente los que te rechazan.
Señor, gracias por tu compasión y tu Amor Infinito. Toda mi vida se llena de esperanza y se ilumina cuando experimento tu compasión y tu Amor. Gracias, Señor, por todo lo que me ofreces, por ese pan material que fortalece mi dolor físico, pero sobre todo, por ese pan espiritual, tu Cuerpo y tu Sangre, que me alimentan espiritualmente y me llenan de vida y gozo eterno. Amén.
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