La ley nos marca el camino y orienta nuestra forma de obrar, pero no abarca todo el espíritu de la justicia y de la verdad. Porque, hay momentos en nuestra vida que la ley se nos queda limitada y no da respuesta a la exigencia de la justicia. Na basta en muchos momentos con cumplir, sino que hay que dar un paso más allá para dar plenitud a ese cumplimiento.
Jesús, el Señor nos lo demuestra y nos lo explica en muchos momentos de su vida. Aquella mujer adultera estaba condenada a morir lapidada según la ley de Moisés. Y hubiese sido, a los ojos de su tiempo, legal para aquellos hombres. Sin embargo, comprendemos que hay leyes que no se ajusta plenamente a la realidad, como que otras también se quedan limitadas y pequeñas ante lo que realmente es justo.
Jesús, el Señor, da un paso más y ahonda en el espíritu de cada uno. No apliques la ley sobre otro sin ponerte tú en su lugar. No consideres que la justicia termina en la ley sin ahondar en el espíritu de la verdadera realidad de la justicia. Porque, por ejemplo, la abstinencia no sólo consiste en privarse de comer carne, sino de suplirla por otro manjar que no contemple la ley. El espíritu de la abstinencia está en privarse de la satisfacción de comer.
Por todo ello, lejo de quedarnos en el cumplimiento de la letra, pidamos al Señor que nos dé esa sabiduría para saber interpretar el espíritu de la misma y no instalarnos en la cómoda observancia de la ley sin más, porque, detrás de cada letra hay un espíritu que la interpreta y le da verdadero sentido justo. Y, también, demos gracias por esa misiericordia que, infringida la ley, alcanzamos el perdón, que no merecemos, por ese Amor Infinito con el que Dios nos regala gratuitamente su perdón.
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