Cuando digo que mi camino es equivocado es porque, aunque de manera instintiva, tú como yo buscamos la felicidad pensando en la seguridad de nuestra propia vida, en la riqueza y hasta en el poder, pero, quieras o no, tendrás que darte cuenta que la felicidad no la hallarás por esos caminos. Y no la hallarás porque ahí no se encuentra. La felicidad no está en esta vida, sino, que esta vida nos sirve para que, recorriéndola según nos la ha marcado y señalad nuestro Señor Jesús, encontrarla.
Y, para eso, es condición indispensable tomar tu cruz y cargar con ella siguiendo las actitudes y disposiciones que te señala el Señor en las bienaventuranzas. Y, la pregunta que viene es esclarecedora: ¿Puedes tú cargar con tu cruz? Posiblemente convergeremos en que no. La cruz, nuestra cruz nos viene grande, porque a cada uno le pesará lo suficiente como para que realmente sea una cruz. Una cruz, de ahí su nombre, significa dolor, carga pesada, sufrimiento y muchas cosas más que hacen la vida dura, insoportable y difícil de soportar.
Y la prueba del algodón de nuestro amor es soportarla, y soportarla con amor. Y en ese camino nos ayuda y mucho las bienaventuranzas, porque, en la medida que tú comportas tu dolor y el dolor de otros, tu fe se fortalece y tu voluntad también. Y experimentarás que, el camino, aunque duro, se puede soportar. Descubrirás que subyace un cierto gozo en lo más profundo de tu corazón que te dará fuerzas para seguir avanzando hasta llegar al gozo pleno y eterno.
Pidamos a nuestro Padre Dios que nos dé ese estilo, fuerza y capacidad de amar para, caminando por el verdadero camino hacia la felicidad, compartamos ese espíritu bienaventurado de vivir al estilo que nos marca nuestro Señor Jesús viviéndolo según su Voluntad. Amén.
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