En un mundo lleno de sabores y oscuridades se hace difícil dar el sabor de la Verdad y la Luz que conduce a la verdadera y única salvación. Entre muchos sabores es difícil destacar el verdadero gusto que supere sin confundir a toda esa diversidad de gustos que esconden el punto de la verdadera sal que da el verdadero sabor. Un mundo lleno de tentaciones y de placeres desvirtúa la sal que llena y gusta del amor de Dios. Se hace necesario ahogar los gustos superfluos y falsos que nos llenan de espejismos para que sobresalga el verdadero gusto que realmente sala de verdad al mundo.
Lo mismo decimos de la luz. Un mundo rodeado de sombras que nos satisfacen y evitan el sol que, a pesar del calor, nos purifica y nos alumbra el camino de verdadera salvación, hace que sea difícil sostenernos y, más, alumbrar para otros el verdadero camino. Ser luz en este mundo es misión imposible para cada uno de nosotros si prescindimos de la verdadera Luz que es Espíritu Santo, que ha bajado sobre nosotros en la hora de nuestro bautismo para asistirnos, auxiliarnos y alumbrarnos el camino hacia la Casa del Padre.
Por eso, nuestra sal y nuestra luz debemos tomarla de la fuente de Sal y Luz que viene del Cielo. Porque, seremos sal y seremos luz en la medida que nuestro corazón se abra y deje entrar a la acción del Espíritu Santo. Un Espíritu Santo que nos dirige y nos conduce por el camino de la Verdad y que nos aporta esa sal y luz que debemos de ser para contagiar del amor de Dios por donde discurre nuestro vivir de cada día. Pidamos al Señor que realmente seamos sal y luz para que nuestra palabra sea coherente y consecuencia de nuestra vida. Amén.
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