Sabemos que tenemos que darle al César, pues los césares de nuestro tiempo se encargan ellos mismos de pedirnos lo que necesitan e incluso lo que ellos mismos desean, pero, ¿y a Dios? ¿Qué es lo que tenemos que darle a Dios? Esa es la pregunta que se nos plantea hoy en el Evangelio de este día. Nuestra reflexión intenta darle respuesta, o, al menos, intentarlo.
Para ello, busquemos primero que nos pide Dios. Si Dios es Amor, y el amor representa todo lo bueno, lo bello y lo hermoso, que para serlo, debe ser lo perfecto, lo bien hecho, lo verdadero y justo, convendremos que dar a Dios lo que es de Dios sería aplicarnos en el amor. Un amor lo más parecido y cercano a la manera que Dios nos ama a cada uno de nosotros. Pero, ¿dónde y cómo le damos ese amor a un Dios que no vemos? La respuesta está clara, ese amor lo damos y concretamos en los más necesitados y carentes de lo imprescindible para vivir con dignidad.
Resumiendo, podemos decir que nuestra actitud de conducta debe ser la de vivir en la verdad y la justicia. O dicho de otra forma, en amar tomando por referencia el amor con el que nos amó Jesús en su periplo por este mundo. Y el amor que el Espíritu de Dios nos infunde para que, siguiendo el Camino, la Verdad y la Vida que nos señala nuestro Señor, también nosotros nos esforcemos en dar al mundo todo el amor que nuestro Padre Dios nos da a cada uno de sus hijos.
Pidamos para que podamos ser fieles al Señor y, con nuestra conducta y nuestros actos seamos capaces de dar al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios. Amén.
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