Sabida es la frase: "Renovarse o morir". Todos consideramos conveniente renovarnos, porque, el no hacerlo amenaza con quedarnos obsoletos, anticuados y fuera o excluido de la inercia y avance de nuestra propia vida. Diríamos que es obligado renovarse e ir cambiando todo aquello que, en nuestra vida, se oxida, es innecesario y dificulta el avance y perfección.
Porque la perfección exige tiempo, y el tiempo exige renovación. El ejemplo lo tenemos en el águila y su renovación. Llegada su hora se plantea el seguir o morir. También nosotros tenemos esos momentos en los que debemos plantearnos nuestra propia poda. Necesitamos renovarnos y podar todo aquello que, con el paso de los años, empieza a acomodar nuestra vida, a instalarnos y a quedarnos ya establecidos resignándonos a seguir dando frutos.
La fábula del águila puede ayudarnos a aclarar nuestro camino ascendente y morir a ese hombre viejo que siempre está acechándonos para envejecer nuestro espíritu, que sí, sabemos que nuestro cuerpo muere con el tiempo, pero nuestro espíritu siempre es joven y renovador. Se hace necesario podar nuestras murmuraciones, envidias, odios y toda clase de plumas malas intencionadas que adornan nuestra vida y que nos impiden avanzar y crecer perfeccionando nuestro amar y compartir.
Pero, a diferencia del águila que lo hace llevado por su instinto de supervivencia, tú y yo, solos no podemos. Necesitamos, quizás apartarnos, pero nunca solos. Necesitamos permanecer en el Señor. Él es la Vid y nosotros los sarmientos que, despegados de la vid, se secan y mueren. Necesitamos estar abiertos a la acción del Espíritu Santo, dejarnos asistir y auxiliar renovándonos por su Gracia.
Porque, Señor, nosotros no sabemos que nos conviene podar y sí lo sabe el Espíritu Santo. Ven Espíritu Santo, entra en nuestros corazones y llénanos de tu Gracia para que sepamos depurar todo aquello que no contamina y nos impide avanzar hacia la Casa del Padre para llevarle esos frutos de amor que espera de cada uno de nosotros. Amén.
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