Eres libre y por tanto, el Espíritu Santo, no podrá romper ni quebrantar tu libertad. Así que, ¡no hay otra alternativa que darle permiso y abrirte a su acción! Sin tu permiso nada puede hacer, de modo que Dios te ha creado sin pedirte permiso, por su propia Voluntad amorosa, pero, no compartirá su Gloria sin tu permiso.
Esa es la gran responsabilidad de nuestra libertad y lo maravillosa y grande que es, porque, en ella y por ella podemos alcanzar ese gran Tesoro de la Vida Eterna en plenitud de gozo y felicidad.
Hoy, lo tenemos muy claro, Señor. Se trata de pedirte que nos ayude, por medio de tu Espíritu, a abrir nuestro corazón amortajado, encorsetado, esclavizado y sometido, por el pecado, a todas estas seducciones y tentaciones que el mundo nos presenta y que, nuestra naturaleza, herida por el pecado, se experimenta atraída, sometida y esclavizada.
Por eso, Señor, consciente de mis debilidades, de mi fragilidad y mis pecados, levanto mi alma hacia Ti para suplicarte que abras mi corazón y lo llenes de la Gracia del Espíritu Santo, para, con y por Él, poder sostenerme ante las seducciones y tentaciones que el mundo y su príncipe me presentan. Amén.
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