Sucede que, por regla general, no le damos al bautismo la importancia que tiene. Posiblemente, se debe a nuestra precaria formación religiosa y a nuestra débil fe. El bautismo es el momento en el que nacemos a la Vida de la Gracia, y somos hijos de Dios y coherederos con Jesús de la Gloria del Padre. Es la hora del verdadero nacimiento, porque, con el bautismo rompemos las ataduras y esclavitud del pecado y recuperamos esa dignidad de ser hijos de Dios. ¿Hay algo más grande?
Y es que nuestro verdadero nacimiento es el día de nuestro bautismo y, desgraciadamente, pasa por debajo de la mesa. Celebramos nuestro cumpleaños, pero no nuestro bautismo - verdadero nacimiento a la Vida de la Gracia, a la Vida Eterna. Porque, en nuestro bautismo somos llamados a vencer la muerte de este mundo y a alcanzar la Vida Eterna y Gloriosa junto al Padre.
Las seducciones de este mundo y la ambición a conseguir éxito, riqueza, poder...etc., nos ciegan y nos envuelven en mundo de oscuridades que nos impiden ver. Ver el Camino, la Verdad y la Vida que es el Señor, que nos anuncia la Buena Noticia de salvación. ¿Qué nos ocurre? ¿Acaso no vemos?
Pidamos esa luz que abra nuestros ojos y veamos la necesidad de abrir nuestros corazones al Espíritu de la Verdad, al Espíritu Santo - Paráclito - para que nuestros corazones se conviertan y vean que el único camino, por donde conseguiremos esa felicidad que buscamos, no se encuentra en este mundo sino el Jesús de Nazaret, Verdadero Camino, Verdad y Vida. Amén.
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