La Iglesia, instituida por Jesucristo para continuar su misión apostólica, no camina por caminos diferentes a su Fundador. Sufres los mismos desplantes y amenazas; sufre los mismos insultos y blasfemias; es víctima del mismo ridículo, de la misma indiferencia y padece persecuciones y muertes.
Ayer, hoy y, posiblemente mañana, seguirá ocurriendo lo mismo. La Iglesia, y con ella todos los cristianos y discípulos del Señor, padecerán su misma pasión de sufrimientos y muertes a consecuencia de ser fieles a la fe en nuestro Señor Jesús.
Porque la Verdad molesta y denuncia a todos aquellos que quieren falsearla y adecuarla a sus intereses para su propio beneficio. Porque la Verdad descubre todos los abusos de los que quieren explotar, someter, esclavizar y utilizar a los demás para su propio enriquecimiento. Porque la Verdad defiende la igualdad de todos los hombres y una convivencia justa en derechos y libertades con armonía y en paz.
Por todo eso y mucho más, los opresores, los mentirosos, los egoístas y comodones quieren excluirlas para satisfacerse a sus anchas y convenir en hacer lo que les venga en gana en consonancia con sus egoísmos y apetitos. Por todo eso quieren quitarla del medio, y, para ello, utilizan toda la astucia de que son capaces tratando de enfrentar a la misma Iglesia desde dentro y fuera.
Hoy, Padre Bueno del Cielo, te pedimos que nos liberes de todo ese peligro que nos amenaza, y si ese cáliz hemos de beber, danos la fuerza suficiente para, por la Gracia de tu Hijo Predilecto, Jesús, podamos aceptar con valentía, paciencia, firmeza y valor todos los sufrimientos y padecimientos que la vida de este mundo nos depara hasta llegar a Ti.
Confiados en tu Gracia, y consciente de tu presencia entre nosotros en tu Santo Espíritu, caminamos en la esperanza de vernos asistidos y confortados para salvar todos los obstáculos que nos impiden llegar limpios hasta Ti. Amén.
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