Esa frase tan oída: "No hay mal que por bien no venga", me ha saltado dentro de mi corazón al reflexionar sobre la vivencia de Bartimeo. Porque, él, sin ver, reconoce que Jesús es el Hijo de Dios. Al llamarlo "Hijo de David" está reconociendo que es el Mesías, pues estaba profetizado que tenía que ser descendiente de David.
Es curioso, un ciego que realmente ve lo que hay que ve, y muchos que vemos no nos enteramos de nada. Porque, de mucho no vale ver lo que el mundo ofrece, aunque es un fastidio y una gran pena, pero ver lo que dejarás de ver dentro de un periodo de tiempo, más o menos largo o corto, no tiene mucha gracias, si realmente pierdes lo verdaderamente importante, ver para siempre y plenitud de gozo y felicidad eterna.
Por eso, pidamos ver la verdadera luz. No la luz de este mundo, que aunque hermosa, no nos sirve para llenarnos plenamente de la felicidad y del gozo que buscamos, sino la Luz que vio Bartimeo, la Luz de la Vida de Gracia que está en Jesús. Luz que nos ilumina y nos alumbra el Camino de Vida Eterna.
Pero, también, estemos disponible para, como Bartimeo, escuchar la llamada del Señor, y prestos dar un brinco dejándolo todo para acudir a su llamada y presencia. Y despojados, desnudos de todo aquello que nos puede distraer, desviar y perder, dejarnos invadir por la verdadera Luz que nos abre el Camino, la Verdad y la Vida que nos lleva al gozo pleno y la eternidad. Amén.
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