Creer en Jesús es creer en el Padre que Jesús nos presenta. Un Padre que nos ama con locura y que le envía para salvarnos del peligro y la amenaza del pecado, y para enseñarnos también el camino a seguir para encontrarnos con Él, donde estaremos y viviremos en pleno gozo y eterna felicidad.
La presencia de Jesús no es otra que la Voluntad del Padre. Un Padre que ama tanto a sus hijos que se hace Hombre para, en el Hijo, salvarnos. Un Padre creador que nos da la libertad de elegirle o rechazarle. Un Padre que, como con el hijo prodigo, nos espera oteando el horizonte de cada día en y con la esperanza de descubrir y dibujar nuestra silueta de regreso a su Casa.
Jesús nos transmite su relación con el Padre en la cotidianidad de cada día retirándose a orar. Busca espacios de oración donde detalle su día a día su vivir y su Misión según la Voluntad del Padre. E insiste en pedir la fuerza del Espíritu para ser capaz de cumplir con la Voluntad del Padre. Su vivencia de la oración del huerto de Getsemaní es un testimonio de su constante oración y relación con el Padre, y de la necesidad de la fuerza del Espíritu para vencer nuestros deseos y cumplir los del Padre.
Pidamos al Señor esa Gracia. La Gracia de ir adecuando nuestras apetencias, deseos y proyectos a lo que quiere el Padre de cada uno de nosotros. Porque de eso se trata, no de cumplir normas, preceptos y prácticas sin más, sino que esas prácticas nos sirvan para ir transformando nuestra vida según la Voluntad del Padre. Eso fue lo que hizo Jesús, y lo que nos enseñó.
Seamos constantes en la petición. Pedir, buscar y llamar nos invitaba Jesús hace días, y no desfallecer. Pidamos, pues, para perseverar en la oración y activar nuestra respiración espiritual fundamental y necesaria para mantener a flote nuestra vida en relación con el Señor, nuestro Padre Bueno que nos salva y nos hace feliz para siempre. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario