No cabe ninguna duda que es en la familia donde se aprende a amar. Porque es en la familia donde recibimos todo el amor que necesitamos desde el primer momento de nuestra gestación y en los primeros años de nuestra vida fuera del útero materno. Y es allí, en la familia, donde aprendemos a dar amor.
Damos gracia a Dios por la familia, y también por nuestra familia. Y le pedimos que nuestra familia sea una familia como la de Nazaret. Una familia construida sobre la unidad y el amor.
La familia es la célula de la sociedad, y depende de su salud, la salud de los pueblos. Es fundamental cuidar la salud de las familias y los Gobiernos deben tener eso muy presente, porque pueblos con familias saludables y unidas, serán pueblos que gocen de salud y de unidad.
El matrimonio es a la familia, lo que la familia es a la sociedad. Un matrimonio separado, desunido y roto, rompe también la familia y, en consecuencia, rompe la unidad de los pueblos. Por eso, el sentido común es que el matrimonio sea para vivir en la unidad y, en ella, sostener la convivencia, la paz, la justicia y unidad de los pueblos.
La Voluntad de Dios al crear hombre y mujer está sostenida en la unidad familiar, porque sin la familia, matrimonio unido, los pueblos se desestructuran y terminan por desaparecer. Sin familia el amor se muere, y sin amor la vida desaparece.
Pidamos a nuestro Padre Dios que proteja la unidad matrimonial que garantiza la unidad familiar y la convivencia en paz de los pueblos, porque dentro de la familia nace el amor y el aprendizaje de amar. Amén.
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