No son quimeras, ni ilusiones, ni tampoco cantos de sirenas. Jesús, el Hijo de Dios Vivo ha venido a salvarnos. Son palabras que Él mismo ha proclamado y nos las ha dicho (Lc 19, 10). Y si eso es así, podemos decir a boca llena que ¡¡estamos salvados!! La fe, como ocurrió con la mujer cananea nos salva.
Eso no significa que podamos cruzarnos de brazo, ni tampoco que simplemente lo que tengamos que hacer es esperar. Se trata, como la mujer cananea del Evangelio de hoy, de buscar y seguir a Jesús, e insistir ante las dificultades que la vida nos pone para encontrarlo y llegar a Él. Lo que si sabemos por su propia Palabra es que seremos escuchados y salvados, porque el Señor ha venido para eso (Mt 18, 12).
Por eso podemos alegrarnos de sabernos salvados. El Señor nos perdona e infinita es su Misericordia. Eso sí, tratemos de seguirle, de tocarle, de vivir en su Palabra y, por su Gracia y Misericordia, llegaremos a recibir la salvación. Por eso, hoy vamos a pedirte, con más fuerza que nunca, Señor que nos des la fe. Una fe fuerte, valiente, dispuesta a luchar contra las barreras y dificultades que se interponga entre Tú y nosotros. Una fe cananea decimos hoy.
Porque confiamos y estamos seguro de tu Palabra. Tú, Señor, tienes Palabra de Vida Eterna, y lo que Tú dices, se cumple. Por lo tanto, entendemos ahora la gran Noticia, que enviaste a tus discípulos a proclamar: ¡¡Ha llegado el tiempo y la hora de nuestra Salvación!! ¡¡El Reino de Dios está entre nosotros!! Porque, Tú, Señor, eres el único y verdadero Reino de Dios.
Danos Señor el don de la fe y has que, lleno nuestro corazón de ella, pongámonos en camino para buscarte y seguirte por todos los rincones de este mundo donde quieras que Tú, mi Señor, vayas. Y que ante las dificultades y pruebas que la vida nos ponga, no cesemos de seguir y de confiar en Ti. En tus Manos, Señor, pongo toda mi vida y mi confianza. Amén.
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