Todos de alguna manera ambicionamos ser ricos. Quizás, para muchos no sea el dinero lo primero, pero su riqueza puede estar en otra cosa: La fama, el prestigio, el poder o que le rindan admiración. Hay muchos tesoros y muchas formas de riquezas.
Ser rico no es tener bastante dinero, sino poner a Dios en un segundo lugar en tu vida. Ser rico es creer que con el dinero puedes arreglar tu vida y hasta ser feliz. Ser rico es pensar que Dios no basta, y que además de tenerlo a Él, también es bueno tener dinero. Ser rico es tender una mano a Dios, pero otra, tan importante como la primera, al dinero. Ser rico es no tener tu corazón solamente para Dios, sino dejar un lugar importante o más, para el dinero.
Porque, puedes tener dinero, pero tener a Dios en el primer lugar de tu corazón; porque, puedes ser rico, pero poner esas riquezas en función y para el servicio de muchos otros que carecen de las cosas más elementales para vivir. Jesús tuvo amigos ricos, y también muchos ricos han tenido su corazón lleno de Dios. Lo verdaderamente importante es descubrir que tener algo como poderoso, pero caduco, no es de buen gusto. Porque lo caduco termina y desaparece. Por lo tanto no vale para ponerlo en lo alto de nuestro corazón.
Nuestro Dios tiene que ser un Dios Eterno. Señor de la Vida y de la muerte, y Rey del Universo. Nuestro Dios tiene que ser un Dios que nos salva, que nos quiere como hijos y que nos ofrece la Vida Eterna en plenitud de gozo y felicidad. Nuestro Dios es el Salvador y Redentor del mundo. ¡¡Bendito sea Dios!!
Por eso, ¡¡Señor del Cielo y la Tierra!!, te pedimos llenos de gozo y alegría que nos despoje de toda riqueza que pueda ser tentación para alejarte y desplazarte de nuestro corazón. Danos la humildad y la sabiduría de saber vivir en gozo y alegría con lo necesario para este mundo, y no ambicionar riquezas que puedan tentarnos a dejarte a Ti en un lugar secundario.
Porque, Tú, Señor, eres el Camino, eres la Verdad y eres la Vida. Amén.
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