La cosa es simple, se trata de morir. Y morir es morir. Eso significa que tu vida en este mundo está dispuesta a, no ser la primera, sino a quedarse rezagada pendiente de otras que no puedan avanzar. Es decir, todo consiste en ir al ritmo del que no puede caminar con rapidez o necesita muletas para caminar. Tu misión será entonces servir de muletas.
Y hay muchas clases de muletas. Modernas y más antiguas, pero en definitiva, muletas. Muletas que, sean como sean, son eficaces y viables para ayudar a caminar. Y caminar no es simplemente moverse, sino también avanzar, crecer. No sólo en movilidad y espacios, sino en conocimientos y cercanías. Porque el único camino que vale la pena recorrer y conocer, su peso es Oro Puro y el Gran Tesoro, es el Camino, es la Verdad y es la Vida.
Y las muletas que nos ayudan a recorrerlo son las de aquellos que están dispuesto a dar su vida para ello. Dar tu vida, por y para que sirvan de apoyo a otros y puedan llegar a Jesús es la razón de tu vida, y también la mía. Morir para nacer; morir para vivir; morir para resucitar en gloria por la Misericordia de Dios. Ser gano de trigo para que otros puedan comer y alimentarse.
Porque eso es lo que hace el Señor, nuestro Señor, en cada Eucaristía. Se vuelve alimento espiritual para que tú y yo podamos fortalecernos y transformarnos en camino, en verdad y en vida en Él y por Él. Creamos que en el Señor todo lo podemos. Dejemos que Él, por su Espíritu Santo, nos transforme y nos construya un corazón nuevo. Sólo necesita que lo pongamos en su Mano y le dejemos actuar.
Hágase tu Voluntad, Señor, como hiciste con María, tu Madre. Y danos un corazón humilde, disponible, sencillo, dócil y generoso, para, como Ella, estar dispuesto a morir para servir a los demás. Amén.
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