El verdadero tesoro no se puede dejar sin tenerlo controlado y vigilado. De la misma manera tenemos que estar vigilantes para que no nos sorprenda la llegada del Señor y estemos prestos a abrirle en cuanto llame a la puerta de nuestro corazón.
Pero presentemos el verdadero tesoro. No tesoros caducos y expuestos a ladrones y polillas que los roban y corroen. Tesoros efímeros y caducos. Presentemos el verdadero Tesoro. Aquel que perdura, que está compuesto y hecho de buenas obras que relucen y le dan brillo. Aquel Tesoro que llena nuestro corazón de amor, justicia y paz. Y permanezcamos vigilantes para que los ladrones de este mundo no nos puedan distraer ni descuidarnos de tenerlo bien guardado y vigilado.
Por todo ello, te pedimos Padre del Cielo que nos des un corazón vigilante, atento y presto a saber buscar, guardar y sostener el verdadero Tesoro de Tu Reino. Un Reino donde con nuestro esfuerzo podamos dar brillo a la justicia, a la fraternidad, a la buena convivencia en paz y con amor.
No permitas nuestras distracciones ni tampoco nuestras apetencias. Nos sabemos débiles, torpes, distraídos, humanamente frágiles y fáciles de poder convencer. Nuestros apegos y apetencias humanas nos pueden y nos someten, y somos presas fáciles de vencer. No queremos quedarnos solos, porque no sabemos vencidos. Te necesitamos, Señor, para que con tu Fuerza y Poder seamos invencibles. Somos esas ovejas que tu Hijo nombra en el Evangelio y fáciles de perderse. No permitas que seamos pasto de lobos y bandidos que tratan de engañarnos y devorarnos.
Sostennos firmes, despiertos, vigilantes y sabios en discernir y saber dónde y cuál es el Tesoro que debemos buscar y custodiar. Y, encontrado, que sepamos guardarlo y vigilarlo para que nadie nos lo robe ni nos aparte de Él. Gracias, Señor, por darnos tu Reino. Amén.
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