Ante las amenazas de todo tipo que experimentamos cada día en nuestro caminar por este mundo, sentimos la necesidad de encontrar un aprisco seguro y un Buen Pastor que nos dé confianza, verdad, justicia y, sobre todo amor. Un Buen Pastor que esté dispuesto a dar su vida por mí. Y esto, tal y como nuestra experiencia nos revela, nos parece imposible. Por eso, el Evangelio de hoy nos llena de esperanza y de alegría.
Gracias, Señor, por ofrecernos un aprisco donde podemos resguardarnos y descansar seguros y en paz. Gracias, Señor, porque, tu presencia nos da seguridad, nos llena de paz y de gozo, y nos da la alegría de vivir llenos de esperanza y de amor. Gracias, Señor, por tener la garantía de tu Amor y de que das tu Vida Voluntariamente por salvar la de cada uno de nosotros. Eso nos llena de fortaleza y de entusiasmo por permanecer a tu lado con toda garantía.
Por todo ello, Señor, te pido que nunca me falte la fuerza y la sabiduría de saber dónde está ese aprisco que Tú me ofreces y que nunca olvide el camino de llegar a él y de permanecer en él. Porque, yo, Señor, quiero estar a tu lado y sentir tu compañía, tu consuelo, tu Gracia y fortaleza para caminar por el mundo siguiendo tus pasos y conforme a tu Plan de Salvación. No quiero entrar en otro redil que no sea el Tuyo, Señor, porque, sólo en él encontraré la garantía, la paz y la felicidad que ando buscando en este mundo. Amén.
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