Estar vigilante supone esfuerzo para sostenerse despierto. Y estar despierto supone estar vivo y en espera de que llegue aquel a quien se espera. Y en la medida de la importancia que se le dé al esperado, la espera será más o menos activa, expectante e importante. De ahí que, en ese tiempo de espera será de vital importancia significar el valor y la importancia, valga la redundancia, de lo esperado, Y eso te toca descubrirlo a ti y, también a mí.
Esa es la cuestión del momento litúrgico que se avecina. Podemos preguntarnos, ¿es de vital importancia o no? ¿Supone para nosotros nuestra salvación y vida eterna? Todo dependerá de la medida e intensidad de tu fe. Es decir, de que lo creas o no, porque, de eso dependerá la intensidad y la fuerza de tu vigilancia y expectación con la que vivirás la espera, el anuncio del Adviento - comienzo del año litúrgico -
Una cosa supone vivirlo expectante, vigilante, despierto y atento a los acontecimientos que la misma Palabra te va describiendo y llevando. Y la otra, la indiferencia significa tu relajamiento, tu esperar relajado, distraído y atento a las luces y distracciones que te ofrece el mundo que, su venida, pasa por debajo de la mesa. Has puesto lo festivo, lo material y caduco, que desaparece ante que la Buena Noticia que te trae la Vida, es Vida Eterna a la que todos aspiramos.
Danos, Señor, la Gracia de saber esperar y de descubrir que es esa tu venida la mayor esperanza de nuestra vida. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario