P. Teilhard de Chardin |
«Cuando
los signos de la edad marquen mi cuerpo,
y más aún cuando afecten a mi mente,
cuando la enfermedad que vaya a disminuirme o a causarme la muerte me golpee
desde fuera o nazca en mi interior;
cuando
llegue el doloroso momento de tomar conciencia de pronto de que estoy enfermo o
envejeciendo;
y sobre todo en ese último momento en que sienta que pierdo el control de mí
mismo y que estoy absolutamente inerte en manos de las grandes fuerzas
desconocidas que me han formado;
en todos esos oscuros momentos, oh Dios, concédeme comprender que eres tú -supuesto que mi fe sea lo bastante fuerte- quien está separando dolorosamente todas y cada uno de las fibras de mi ser para penetrar hasta la médula misma de mi esencia y llevarme contigo».
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