La vida se compone de etapas e ideales. Según la edad mi vida va buscando ideales, ideales cuya sustancia y denominador común es la felicidad. Y una felicidad que no se gaste sino que se transforme y persista según mi vida va creciendo. O dicho de otra forma, buscamos un futuro que prometa y lleno de felicidad. Esa es la ventura que todos buscamos.
Pero, pronto experimentamos que lo que el mundo nos ofrece se gasta con el tiempo. Y más pronto que tarde. Nos cansamos de buscar y no encontramos. Claro, es lógico, porque en el mundo no está esa felicidad o Tesoro que buscamos. El verdadero Tesoro eres Tú, Señor.
Dame la inquietud y la sabiduría de no parar de buscarte. No en el mundo, sino desde el mundo, porque es en el paso por este mundo donde, en el amor, puedo encontrarte. Porque en el esfuerzo de amar, Tú, mi Señor, te me vas revelando; porque cuando me esfuerzo y me preocupo por lo que le ocurre al otro, Tú, mi Señor, te haces presente; porque cuando intento y trato de amar como quiero que me amen a mí, Tú, mi Señor, te me descubres.
Ayúdame, mi Señor, a ser cada dí un poquito más parecido a Ti, es decir, más perfecto; ayúdame, Señor, a exigirme perdonar a los que me ofenden y me complican la vida, para que yo también sea perdonado en y por tu Misericordia. Ayúdame, Señor, a acumular tesoros y riquezas que tenga valor en el cielo, como son los frutos del amor. Ayúdame, Señor, a no juzgar, para que tampoco sea juzgado, sino, por tu Misericordia sea perdonado.
Dame, mi Señor, la capacidad y el don de tratar a los demás igual que deseo y quiero que me traten a mí y que mi vida consista y se esfuerce en hacer tu Voluntad. Porque de nada me vale decir Señor, Señor, sino cumplir la Voluntad de mi Padre. Por todo ello, mi Señor, enciende en mí el deseo y la inquietud de buscar ese Tesoro, y de poner todo lo demás en función de buscarlo y encontrarlo para llevarlo en mi corazón. Amén.
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