Descubrir el verdadero Tesoro de la Vida es descubrir la presencia del Señor, real y presente en la Eucaristía. Allí, cada día donde se celebre una Eucaristía, Tú, Señor, te haces presente en tu Espíritu, bajo las especies de pan y vino, para convertirte en alimento espiritual de todos aquellos que creen y confían en Ti.
Tú, Señor, eres nuestro gran Tesoro. Ese Tesoro que descubierto no dejaremos de cuidar, hacer brillar y adorar durante toda nuestra vida. Tú, mi Señor, eres la maravilla que busco y que te pido me ayudes a encontrarte de tal manera que sin Ti no pueda pasar ni un instante. Tú, Señor, ere el Tesoro que, escondido en mi corazón, reluces y brillas a cada instante para que te descubra.
Abre mis ojos, Señor, y enciende en llamas mi corazón para que fundido y acrisolado en Ti, convierta el oro de mi corazón en amor incandescente para tu servicio en los demás. No dejes que el tesoro que Tú me has dado, Tu Hijo, entregando a una muerte de Cruz por mis pecados, se pierda y se mal gaste en el río de mi vida sin conocerlo profundamente.
Tan profundamente, Señor, que sea lo primero, lo principal, el estandarte que rige y guía mi vida y todos mis actos. Y que toda ella descanse en estar pendiente de Ti en todo momento, ya sea en la vida ordinaria, como en el trabajo o la vida social. Tú, Señor, eres mi Tesoro, y yo quiero santificarlo, adorarlo, y darle gracias cada momento de mi vida. Y no perderlo jamás. Amén
No hay comentarios:
Publicar un comentario