En la vida estamos relacionados por vínculos. Las familias nacen por vínculos y en ellos se estrechan las relaciones. Pero también, la experiencia nos dice que nacen vínculos en la amistad y en relaciones laborables y de otros tipos. Sin embargo, Jesús habla de otro vínculo, la Santidad.
Somos hijos de Dios, no por la sangre, sino por el amor que Dios nos tiene y por el que nos ha creado. Y su relación con nosotros se sostiene en el amor. Y es ese amor el que nos acerca y nos acoge como hijos suyos. Por lo tanto, todo está sostenido en vivir en su Palabra y su Voluntad, porque cuando hacemos la Voluntad de Dios estamos amándole.
Pero no es fácil amar, porque el amor exige renuncia y soportar los defectos de los demás. Amar es la asignatura de nuestra vida y siempre la tendremos pendiente de aprobar. Amar es el título de nuestra filiación filial como hijos del Padre. Es el amor los que nos une y nos hace hijos de nuestro Padre Dios. No hay otro parentesco ni otra forma de relacionarse con Dios.
Y en eso nos da y nos sirve de ejemplo y modelo María. Madre de Dios por elección del Padre, pero Madre, hermana, hija...etc., porque ha amado y realizado la Voluntad de Dios. Jesús, lejos de mostrarse indiferente a su presencia, sabe que la destaca y la encumbra en la excelencia de ser su Madre, y la primera en cumplir la Voluntad de su Padre, que la ha elegido para ser su Madre aquí en la tierra.
Danos, Señor, esa sabiduría, como tu Madre María, de saber amar en sintonía contigo y con la Voluntad de tu Padre, que nos ha hecho coherederos de su Gloria hermanados en Ti por los méritos de tu Pasión, Muerte y Resurrección. Amén.
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