No podemos mirar para otro lado. Porque seguir a Jesús y creer en Él es caminar en y con la Iglesia. Porque la misión que Jesús nos confiere es desde su Iglesia. No nos envía solos, sino desde el primado de Pedro y con Pedro. Vamos, bajo la obediencia de Pedro, juntos todos en la misma barca, que es la Iglesia.
A Pedro le ha dado el poder de confirmar a sus hermanos, a pesar de sus tres negaciones (lc, 22, 31-32), y a nosotros, bajo la tutela de Pedro, hoy Francisco, continuar la misión de evangelizar y proclamar su Palabra. Jesús los ha instruido y sin más los envía. Una instrucción que pasa por la vida y sigue a la Palabra, porque la vida sin la Palabra se vacía de contenido y no florece ni da frutos.
Van, fundamentalmente, en nombre del Señor y asistidos en el Espíritu Santo. No es que los métodos y la preparación, que no parece que los apóstoles la tengan mucho, pues un tiempo antes estaban despistado y sin enterarse de lo que sucedía, hasta dejarlo solo en la Cruz, no sean necesario. Pero lo fundamental e imprescindible es estar injertado en el Espíritu de Dios y caminar en su presencia.
Claro, es de sentido común y lógico, tenemos que poner en juego todos nuestros talentos recibidos, y todo los medios y preparación que estén a nuestro alcance, para algo están. Pero donde tenemos que ir bien agarrados imprescindiblemente es al Señor. Él es el Fundamento, la Roca y la única y verdadera Salvación. Sin Él no seremos capaces de dar frutos, porque Él lo es todo.
Pidamos la Gracia de no agarrarnos de forma imprescindible a los medios y técnica, sino a utilizarlos como algo que nos puede ayuda, más no dejemos de permanecer injertado en el mismo Corazón del Señor, porque Él es la Sabiduría y la Fuerza que transforma nuestros corazones y le da sentido a nuestra esperanza. Amén.
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