No tenemos excusas, porque sabiéndolo miramos para otro lado. Nos autoengañamos y justificamos nuestra actitud distorsionando y relativizando la realidad. Pero, no por eso, la realidad desaparece, sino que está presente y se vuelve a ella.
Y tarde o temprano se hace visible en nuestras vidas, y nos pedirá responsabilidades ante la negativa y rechazo de nuestras actitudes ante la respuesta al Evangelio. Por eso, a quienes se les da más, también más se les pedirá. El Señor nos lo deja claro en el Evangelio de hoy al decirnos: ¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que se han hecho en vosotras, tiempo ha que en sayal y ceniza se habrían convertido. Por eso os digo que el día del Juicio habrá menos rigor para Tiro y Sidón que para vosotras.
También nosotros podemos decir: ¡Ay de mí si no me pongo por obra responder a la llamada del Señor! Porque en mi Bautismos he sido consagrado sacerdote, profeta y rey, y mi compromiso bautismal me invita a proclamar y dar testimonio de esa Gracia santificante que me salva y me llena plenamente de felicidad eterna. Por eso, Señor, te pido con todas mis fuerzas que conviertas mi corazón y le des la fortaleza y la sabiduría para convertirse y responder con coherencia a tu llamada.
Necesito, Señor, la conversión, la fe y fortaleza que muevan mis actos para dejar entrar tu Palabra en mi corazón y hacerla vida en mi vida. Estaré haciendo tu Voluntad cuando con mi servicio atienda a aquellos necesitados que aparezcan en mi vida Y de no hacerlo estaría actuando como el sacerdote o levita de la parábola del buen samaritano.
Dame, pues, Señor, la Gracia de saber responder a tu Palabra y de sostenerme en tu confianza y amor, para que responda coherentemente a mi fe, que te ruego aumentes hasta el punto de vivirla.
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