Podemos darnos cuenta, y, de hecho, nos damos, que somos unos pobres y míseros pecadores. Porque sabiendo que muchas cosas nos perjudican seguimos haciéndolas. Ejemplo, el beber desmesuradamente, el fumar, por poco que sea, y muchas cosas más que sabemos nos perjudican.
El problema es que creemos que somos libres, y nos auto engañamos. Porque ser libre no es perjudicarnos, sino hacer todo lo que es bueno para nosotros y para todos. Y cuando actuamos pensando que lo que hacemos es bueno, nos equivocamos. Eso descubre nuestra miseria y pobreza porque, aun sabiéndolo, continuamos haciéndolo. Por lo tanto, la conclusión es que somos esclavos y estamos sometidos a todas esas apetencias e intereses que, pensamos, nos hacen la vida más agradable y gozosa.
Y eso nos debería ayudar a reflexionar para darnos cuenta de nuestra miseria y pobreza e intenta buscar salidas si las hay. En el Evangelio de hoy, Jesús nos las descubre y nos da una salida. Lo verdaderamente importante es buscar enriquecernos según la Voluntad de Dios. Es obvio que una persona sensata y de buen gusto intente aclararse en su vida y buscar y buscar donde realmente esta la salida a esta miseria que, por mucho que tengas, es nuestra vida.
Porque de otra manera la vida no tiene sentido. Dicho esto, yo opto por buscar a Jesús, y pedirle que me ayude a encontrarme con Él. Que me dé la sabiduría y la fe para experimentar su Amor y su Palabra y que, vivida, experimente el gozo y la paz que anhelo y busque. Una paz que no se acabe sino que perdure y aumente cada día más.
Ven Espíritu Santo y lléname de tu Amor y Luz, para que dé respuesta a esa aspiración que palpita dentro de mi corazón, tal es encontrar la plena felicidad eterna, porque no me vale la que dura sólo un momento, y esa es la de este mundo, que no termina por llenarme y, en la medida que me abastezco, más hueco y vacío me experimento. En Ti, Señor confío y espero. Dame el valor y la fortaleza para abrirme con paciencia y confianza a tu acción. Amén.
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