Seguir a Jesús nos compromete a ser parte de ese anuncio de la Buena Noticia. Un anuncio que, no solo consiste en proclamar y anunciar – valga la redundancia – sino que nos exige dar testimonio de vida con nuestro actuar y obrar de cada día. Pero, pronto nos damos cuenta que la característica principal de ese anuncio es el amor. Sin amor no hay testimonio ni verdad ni justicia. Amar es la primera exigencia que Jesús nos manda ensenándonos con su Vida y sus Obras.
Ahora, por experiencia lo sabemos. Amar es muy difícil. Nos cuesta mucho y solo con nuestras fuerzas nos es imposible. Nuestras debilidades son manifiestas y nuestra naturaleza está contaminada y sometida por el pecado.
¿Qué hacer entonces? Orar, hablar con Él de la misma manera que Él nos enseña a hablar con el Padre. Antes de acometer la difícil tarea de elegir a los doce, pasó – nos lo dice el Evangelio – toda la noche orando. Digamos que estuvo de consulta con su Padre. ¿Sirve de ejemplo eso para nosotros?
Pues, recojámoslo y añadámoslo a nuestra vida. Pidamos la capacidad y la fuerza de poner todos los momentos de nuestra vida en la presencia de nuestro Padre Dios. Lo decíamos el otro día. Orar es estar en cada instante de nuestra vida en la presencia de Dios. Ora duermes y descansas; ora trabajas; ora vas de ocio con los amigos; ora estás con la familia. Siempre en presencia de tu Padre Dios y mirando para Él para actuar según su Voluntad.
¿Acaso no lo dices cada día varias veces en el Padrenuestro? Pidámosle las fuerzas para ponerlo en práctica. Amén.
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