Será difícil amar si primero no te reviste de humildad y pequeñez. Porque, la humildad te invita a sentirte pequeño, a abrirte a las necesidades de los demás, a ponerte en lugar de otros y a querer para otros lo que quieres para ti. Luego, antes que amar está la humildad, pues, quien no es humilde lo tendrá muy difícil para amar.
Y, sabiendo de nuestras limitaciones, de nuestras barreras humanas a la que nos somete nuestra naturaleza, te pedimos, Señor, que nos revista de la humildad suficiente para experimentarnos pequeños y desde ahí, crecer hasta hacernos grandes como esa semilla de mostaza o esa levadura que fermenta la masa.
Sabemos, Señor, que eres Tú quien creces en mí., Tú has querido que así sea y me has creado con la libertad de abrir mi corazón a tu Palabra y Gracia, o, por el contrario cerrarla. Yo, Señor, quiero abrirla, pero, consciente ahora de mis debilidades y pecados, te pido que me fortalezca y no permitas que te cierre mi corazón. Entra, Señor en él y dame la humildad para desde mi pequeñez crecer en la fe y en las obras anunciando tu Palabra. Amén.
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