No nos prueba nada el que nos prometan y nos declaren que nos quiere. Se descubre en la vivencia de cada día y se nota en los actos y actitudes que se viven en cada instante. Te quita la sed, no el deseo de quitarla, sino el que tomes un vaso y bebas. De la misma forma, te ama no quien te lo diga, sino que a demás de decírtelo te pruebe ese amor.
Nuestro Padre del Cielo, no sólo nos lo dice, sino que envió a su Hijo para decírnoslo y probárnoslo con sus cuidados y oraciones por nosotros y con la entrega de su vida en una muerte de Cruz para redimirnos. Más no se puede pedir ni hacer. No es sólo su Palabra, sino también su vida.
Y esa actitud es la que pide el Señor que mantengamos nosotros también: "Amarnos hasta el extremo de dar la vida los unos por los otros". Ni falta hace decir lo lejos que estamos de esa actitud, y cuanto nos desanima nuestros fracasos y pecados. Pero no caigamos en la tentación de desfallecer y abandonar, porque eso es lo que está esperando el Maligno.
Nuestro Padre nos conoce y sabe de nuestras limitaciones, y así nos quiere y nos perdona. Seamos fieles y perseverantes, y dejemos que la Gracia de nuestro Señor Jesús que pide al Padre por nosotros nos empape y nos transforme nuestro corazón viejo y endurecido en un corazón nuevo. Amén.
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