Ser discípulo de Jesús no promete un camino fácil. Se presentan dificultades porque el mundo les odia y no los acoge. Oler al perfume de Jesús es oler mal para el mundo, y eso trae problemas. No es nada nuevo ni nada que no se nos haya dicho por el mismo Jesús de antemano. Seguir a Jesús es pasar por la puerta estrecha y eso exige dietas, entreno, renuncias y sacrificios que nos traen esfuerzos, trabajos y disgustos y nos llenan de penas y tristezas.
El panorama no es alentador, pero la esperanza es que es efímero, caduco y llegará un día que todas esas tristezas se convertirán en alegrías y gozo. Y eso es lo que verdaderamente importa. Las penas y sufrimientos se olvidarán si lo que queda al final son alegrías y gozo. Porque lo que verdaderamente importa es como queda la vida, no como se haya vivido.
Por lo tanto, es aparente todo lo mal que se nos presenta el camino, porque la realidad es lo que se nos presenta al final de nuestra hora. Ese es el momento importante, y para el cual tenemos la promesa de Jesús de que estará con nosotros y de que en su Nombre, el Padre nos cuidará y santificará. Eso nos da fuerza y esperanza y nos anima a seguir el camino a pesar de las dificultades y problemas.
Gracias Señor por tus peticiones y ruegos al Padre. Gracias Señor por tu ánimo y tu encargo al Padre de que nos proteja y nos santifiques. Gracias Señor porque, a pesar de nuestras miserias, fallos, fracasos y pecados, Tú sigues a nuestra lado pidiendo y muriendo por cada uno de nosotros.
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