Se levanta un muro enorme delante de mí que me impide saltar al otro lado, donde todas las cosas son buenas, queridas y para el bien del hombre. Y lo más sorprendente es que yo quiero saltar, porque intuyo que lo bueno es lo nos hace felices y gozosos. Y me da esa vida eterna que tanto anhela mi corazón.
Al otro lado del muro está lo bueno, pero las riquezas, los apegos, la comodidad, el poder, la pereza y el egoísmo de servirme y no servir, pesan sobre mí y me impiden despegar y aligerar mis pasos para tomar carrera y poder dar el salto que me permita pasar de lo malo y tomar lo bueno.
Experimento que mi corazón se siente apegado y, lo peor, autoengañado por el poder de lo aparentemente bueno, porque los bienes, el poder y las riquezas no son portadores de felicidad sino todo lo contrario. Presentan la apariencia de lo cómodo, bueno, fácil, alegre, gozoso, feliz... pero detrás esconde el vacío, lo efímero y la insatisfacción de lo hueco y el sin sentido.
Y sometido por estas cosas me resisto a seguirte Señor, y como el joven rico discierno en la duda de regresar al camino del mal, sin saberlo, y dejar el camino de lo bueno simplemente en practicas, rutina y cumplimientos, sin nada de amor, condimento imprescindible y absolutamente necesario.
Por eso, Señor, te pido tu Gracia, no para satisfacer mi egoísmo, sino para fortalecer mi voluntad y levantar mi mirada hacia Ti y enfrentarme a mis apegos y esclavitudes mundanas. Dame Señor la sabiduría de no agachar mi mirada, sino sosteniéndola levantada pueda mantenerla seguir tus pasos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario