Hay momentos que no sabes que va primero, si lo de ser antes que hacer. O, haces porque eres. De cualquier forma, el hacer necesita del ser, y el ser vive y es del hacer. No sé si me he liado algo y en lugar de aclarar confundo, pero trataré de explicarme a lo largo de esta breve oración.
Necesito ser, porque si no soy haré lo que simplemente sea. Y ser es cumplir la misión para la que he sido creado, que no es otra sino el amor. Estoy hecho para amar, y si no llego a vivir el amor puedo decir que no he logrado ser. Ser para lo que he sido creado, amar.
Y el amor, todo lo hemos experimentado, se hace tremendamente difícil cuando exige soportar y perdonar. Porque de otra forma no es amor. El vino sale de la uva, y si no es así, será otra cosa, pero no es vino. De igual forma, al amor sale de la renuncia, del morir a nuestros egoísmos para entregarnos al bien del amado. Desde ahí, está claro, amar es imposible para nuestra naturaleza herida y tocada por el pecado. Necesitamos ayuda exterior, y esa ayuda no nos puede venir sino desde arriba. Nadie más nos la puede, ni dar ni ofrecer.
Y seré en la medida que, injertado en el Señor, deje que renueve y transforme mi corazón. Es entonces cuando entra en juego el hacer. En la medida que voy siendo instrumento del Señor, iré también sumando mi pobre colaboración en su Obra según su Voluntad.
Empiezo a hacer porque estoy siendo, puesto en Manos del Espíritu, modelado por Él. Por eso, Señor, suplicarte y abandonarme, esperanzado y confiado, a tus Manos de Creador y dejarme modelar por tu Corazón Eterno para, confiado a tu Misericordia, ser y hacer según tu Voluntad. Amén.
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