Cada día soy más prudente y más responsable, al menos eso es lo que intento, pero también me preocupa. Porque soy consciente de que mis huellas son seguidas por otro. Esa responsabilidad me compromete y me exige una dedicación, tanto en el ámbito de la entrega a la tarea responsable, como al testimonio de vida de la Palabra del Señor.
Y eso descubre mis incapacidades, mis miserias y mis pecados. No tengo que esforzarme mucho para sentirme pecador, porque mi vida lo trasluce a cada instante. Pero, al mismo tiempo, doy gracias a Dios por esa debilidad, porque en la debilidad, como diría Pablo, encuentro la fortaleza y, sobre todo, al Señor. Experimento su necesidad y también mis miserias, y la motivación constante de superarme y vencerme, asistido por el Espíritu Santo, en vivenciar la Palabra del Señor.
Y en ese devenir al hilo de la navaja peregrino humildemente en constante peligro hacia la Casa del Señor, en la esperanza de, por su Gracia y Misericordia, encontrar el perdón que me abra las puertas de su Casa y me permita vivir eternamente junto al Padre.
Por eso Señor, elevo mi humilde plegaria, confiado en tu Misericordia, para que no mires mi pobreza y mis pecados, sino el amor y la Pasión de tu Hijo que se ha entregado a una muerte de Cruz para salvarnos. En Él confío encontrar todo el valor, el desprendimiento y el amor que me empuje a vivir dándome y entregándome, por amor, al servicio de los demás. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario