Apenas se hacen visibles, pero están ahí y moran dentro de mi corazón. Puedo aparentar que no están y pasar desapercibido, e incluso convivir con aquellos a los que juzgo o desnudos, pero se esconden de tal manera que sólo los percibo yo. Aparentemente se presentan limpios, pero por dentro están podridos. Pero lo peor y más grave es que no los veas y pretenda caminar en la ignorancia y ceguera.
No son las cosas de afuera las que manchan, porque quedan al descubierto y se ven. Son las escondidas las que ensucian tu alma y las que rompen tu amistad con el Señor, pues descubren, de forma intencionada, tu mala intención de engañarle. Cuando no cumples quedas al descubierto y todos saben de tus fallos respecto a los ritos y normas, pero cuando tratas de esconder en sus cumplimientos tus engaños y mentiras, estás gravemente ensuciando tu amistad con Dios.
Dame, Señor, la sabiduría de ser transparente y no tratar de esconder mis mentiras. Al contrario, lléname de paciencia y de fortaleza para no esconderme en las profundidades de mi corazón y sacar al mundo lo que en él se fragua con verdad y justicia según la Palabra de Dios.
Porque, Señor, no es lo importante ni lo que estropea mi vida lo que reluce en el exterior, sino lo que se vive dentro de mi corazón.
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