Señor, mi fe es frágil, débil y no resiste tu silencio ni tu callada por respuesta. Quizás yo no hubiese sabido que responderte y emprendo la huida decepcionado. Supongo que Tú no me hubiese dejado ir, sino que sabrías que respuesta darme a mi débil fe. Por eso, Señor, descanso en tu Misericordia y en tu Bondad, porque has venido para salvarnos y no dejarás, por lo que a Ti respecta, que nos perdamos.
Dame la sabiduría de descubrir, Señor, la necesidad de insistir y perseverar como esa mujer Cananea, y de no desesperar ante el silencio y la aparente callada por respuesta. Dame la paciencia de esperar y de confiar sabiendo que, aunque no parezca que estés, sentir que sí estás, porque Tú has venido para alumbrarnos el camino y desvelarnos la verdad.
Señor, queremos seguirte y no sentir el desfallecimiento ni el cansancio al que nos somete nuestra naturaleza tocada por el pecado. Sentimos la amenaza y el peligro de la tentación que nos desespera y nos confunde alejándonos de Ti, y experimentamos que perdemos el norte, pero lo peor es que sin darnos cuenta corremos el peligro de perderte a Ti.
Sin embargo, Señor, nos sentimos agraciados y afortunados por tenerte y por descubrir, a pesar de los peligros, que Tú estás con nosotros y nos acompaña. Y, asistidos por el Espíritu Santo, encontraremos el camino para no perder tus huellas y seguirte con fe y perseverancia a donde tu vayas.
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