Señor, te doy gracias por todo lo que he sido desde el inicio de mi vida hasta este momento que tengo el privilegio de escribirte. Porque todo, Señor, va en tu nombre y para tu Gloria. Y todo ha sido pensado y querido por Ti. Gracias Señor, porque lo más importante es que quiero seguirte y trato, aunque sé que te defraudo mucho, de permanecer al ritmo de tus pasos detrás de Ti.
Gracias Señor porque, por tu Espíritu, voy descubriendo que Tú me has creado con una misión, y aunque temo no haberte respondido tal y como Tú deseas, intento esforzarme en hacerlo. Algunas cosas de mi vida espero que te hayan gustados. Sé que abundan poco las buenas y sobre salen las que no te gustan, pero confío en tu Misericordia y, sobre todo, en tu Amor.
También, el darme cuenta, es decir, el humillarme, me ayuda a esforzarme en responderte mejor y en abandonarme en tus Manos y dejarme moldear por Ti. Te pido perdón de antemano, porque mi naturaleza tocada y herida por el pecado me somete y dejo mucho que desear. Pero sé que por tu Amor puedo liberarme, y libre, vivir en tu Voluntad, que busca mi bien y mi felicidad.
Gracias Señor porque toda mi vida, ahora lo voy descubriendo por la acción del Espíritu Santo, ha sido tal cual Tú has dispuesto. Con quienes has querido; donde has querido y cómo Tú has querido. He sido yo el que ha fallado y, por eso, no ha salido como Tú has pensado, pero también sé que, Contigo, siempre hay tiempo y puedo mejorar e ir respondiendo a lo que Tú quieres de mí.
Ayúdame a responderte y seguirte, como hicieron los apóstoles tras vivir el milagro de la pesca abundante y quedar rendidos a tus pies. Dame la perseverancia, la voluntad y el amor que mi pobre corazón necesita para gritar como Pedro: «Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador» y reconocer mis pecados, porque eso es lo que Tú me pides, para por tu Gracia y Misericordia recibir tu perdón.
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