Sin lugar a duda que no somos consciente de los actos de nuestra vida, porque de serlo tomaríamos conciencia que el Señor nos ve en todo momento y sabe de los escondrijos e intenciones más profundas de nuestro corazón. Es posible que muchos se rían de esta verdad, pero tarde o temprano se toparán con ella.
Le ocurrió a Natanael al presenciar como Jesús sabía quien era y donde había estado tumbado. Fue tanta su impresión que brotó de sus labios una hermosa confesión: «Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel». Igual nos pasará a cada uno de nosotros cuando el Señor nos describa quienes somos y donde estamos.
Pongamos nuestra confianza en Él y aprovechemos la asistencia de los tres arcángeles, por encargo del Padre, que nos asisten en la defensa del Maligno, caso de Miguel Arcángel, o nos transmiten la sabiduría de la salvación en el Hijo por la encarnación de María, caso de Gabriel, y nos cura y alivia de nuestros peligros y enfermedades en el caso de Rafael.
Gracias Padre por tus cuidados, por tus mimos y caricias, y por ese hermoso regalo, que hoy celebramos, de tus tres arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael.
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