Es la prueba del algodón, porque de nada vale escribir, hablar y hacerlo todo muy bien si no soy capaz de soportar, perdonar y amar a aquel que me hace mal y del que no espero nada. Porque, ¡soportar y perdonar porque tengo la esperanza de que acercándome puedo recibir algo, no tiene gracia! El Señor lo deja bien claro y sin dudas de ningún tipo.
Aquí no hay otro camino sino el de perdonar. ¡Y no nos asustemos porque experimentemos que somos débiles e incapaces de poder cumplir ese mandamiento del amor! ¡No!, porque eso simplemente nos descubres lo débiles y pequeños que somos. Y son a esos precisamente a los que es enviado Jesús para salvarnos. Por lo tanto, Jesús, el Señor viene a por nosotros.
La cuestión será ahora dejarnos llevar y conducir por su Fuerza y su Gracia. La cuestión será confiar y tener fe en su Amor que, en su Nombre, podemos caminar encima de las aguas. La cuestión será pedirle que nos llene de paciencia, de perseverancia, de entusiasmo y que nos aumente nuestra pequeña e incipiente fe para, sin vacilar, caminar a su lado sin titubeos aunque la barca tenga muchos momentos de zozobra y vaivenes.
Señor, la misión que nos has encomendado es imposible para nosotros. Nuestra capacidad humana, tocada por el pecado, es incapaz de amar hasta el extremo de obrar el bien en favor de los enemigos. No cabe en nuestra cabeza y nos es imposible. Algo parecido a cuando Pedro echó las redes aquel día pensando que era imposible pescar porque ya lo habían estado intentando toda la noche.
Pero por tu Palabra, yo también ahora Señor, confío en Ti y creo que si Tú nos lo mandas es porque en Ti y con tu Amor podemos conseguirlo. Transforma mi corazón pecador en un corazón amoroso, capaz de entregarse por amor a aquellos que le hacen mal sin esperar nada de ellos.
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