Supongo Señor que ambas actitudes pueden estar mal, porque negarte obediencia o mentirte no deben estar bien. Pero, a la hora de la verdad creo que el que se negó a ir y luego arrepentido fue, tuvo la valentía de ser humilde, reconocer su falta y su pecado de obediencia y respeto y, arrepentido, fue.
Miro para atrás y revuelvo en mi memoria las veces que te he prometido cosas, o me he comprometido a responderte en algo y he fallado. Sin ir más lejos, ¡cuántas promesas de no volver a pecar!, y ¡cuántas caídas por pereza, irresponsabilidad, debilidades o incumplimientos! ¡Señor, te piedad de mí, porque soy un pobre pecador y te he mentido infinidad de veces!
Estoy más en la piel del hijo que dice sí y luego falla, que aquel que respondiéndote no, luego, arrepentido, va y cumple con lo que le has mandado. ¡Quiero Señor enmendarme y serte fiel!; ¡quiero Señor ser tu fiel servidor y cumplir con tus mandatos! Dame la Gracia de poder hacerlo porque soy un pobre y mísero pecador que dice y no cumple.
Necesito Señor la fuerza de tu Gracia para, empeñado en serte fiel, alcanzar y fortalecer mi voluntad y, no sólo decirte sí a tu mandato, sino también cumplirlo según te he dado mi palabra. Y eso te suplico en este momento, agarrado y de la Mano de tu Madre María, la fiel cumplidora de palabra y vida, que supo en todo momento serte fiel con la palabra y con la vida. Amén.
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