No es la Cruz lo que aparenta, porque cuando todo parece indicar tristeza, sufrimiento y dolor, Jesús en su agonía y Muerte transforma la desesperanza en esperanza, y de la muerte renace la vida. Vida abundante y eterna. Por eso la Cruz desde ese mismo momento se transforma en Cruz de esperanza, Cruz de alegría y Cruz de victoria.
Hoy Señor, cuando tu Madre presencia tu Muerte al pie de la Cruz con su corazón atravesado por una espada, nosotros queremos, junto a ella, acompañarla y afirmarnos en tu seguimiento y confianza. Porque ese dolor de muerte se levanta, por tu Resurrección, en un clamor de gozo y alegría que nos llena de esperanza y de felicidad.
Te pedimos, Madre del Cielo, que intercedas por cada uno de tus hijos y, apoyados en tu testimonio, tu cercanía, tu amistad y maternidad nos ayude a relacionarnos con tu Hijo y a intimar con Él aceptando la cruz de nuestra vida para en Él santificarla y glorificarla por su Gracia. Amén.
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