Es verdad que muchos de nosotros, por no decir casi todos, hemos sido bautizados de pequeños. Quizás, no somos responsables de lo que otros hicieron, y, al parecer, resulta que podemos declinar lo que otros han decidido por mí. Sin embargo, podemos pensar que nuestros padres lo hicieron con la mejor intención, aún ignorando lo que hacían.
El Bautismo es el mayor regalo que nos podían dar. Así como a ellos se lo dieron sus padres. En realidad no damos nada, porque el Bautismo es un regalo que nos ofrece Dios. Él nos abre los brazos y nos hace verdaderos hijos suyos, y herederos de su Gloria en su Hijo Jesús. El Bautismo es la puerta que nos lleva a la Gloria Eterna, y nos provee de la Gracia Santificante que nos limpia de todo pecado.
Te doy gracias, Señor, por el inmenso regalo del Bautismo. Porque por él me haces hijo y heredero de tu Gloria, y me limpias mis pecados. Es decir, olvidas mis ofensas, mi indiferencia y mis rechazos. Es verdad que, si me he bautizado de pequeño, por obra de mis padres, mi herencia era una herencia de pecado, y en el Bautismo he quedado limpio gracias al Amor y Misericordia del Señor.
Te pido, Señor, que me des la gracia y la sabiduría de responder a ese compromiso de mi Bautismo. Porque en y por él soy sacerdote, profeta y rey, y llamado a dar testimonio de tu Amor y Misericordia con mi vida y mi palabra. Y no estoy sólo, porque sólo no podría. El Espíritu Santo fortalece mi vida y me provee de todo lo necesario para responder a mi vocación bautismal.
Pero soy limitado, débil e inclinado a desfallecer y pecar. Mi humanidad pecadora me arrastra al abandono y a la indiferencia. A instalarme en la pereza y las pasiones. Y el diablo anda vigilante para tentarme y hacerme caer. Dame, Señor, la luz que me llene de valor y voluntad para, en tu Espíritu, y por tu Gracia, vencer las tinieblas a las que me quiere arrastrar el Maligno. Amén.
Te doy gracias, Señor, por el inmenso regalo del Bautismo. Porque por él me haces hijo y heredero de tu Gloria, y me limpias mis pecados. Es decir, olvidas mis ofensas, mi indiferencia y mis rechazos. Es verdad que, si me he bautizado de pequeño, por obra de mis padres, mi herencia era una herencia de pecado, y en el Bautismo he quedado limpio gracias al Amor y Misericordia del Señor.
Te pido, Señor, que me des la gracia y la sabiduría de responder a ese compromiso de mi Bautismo. Porque en y por él soy sacerdote, profeta y rey, y llamado a dar testimonio de tu Amor y Misericordia con mi vida y mi palabra. Y no estoy sólo, porque sólo no podría. El Espíritu Santo fortalece mi vida y me provee de todo lo necesario para responder a mi vocación bautismal.
Pero soy limitado, débil e inclinado a desfallecer y pecar. Mi humanidad pecadora me arrastra al abandono y a la indiferencia. A instalarme en la pereza y las pasiones. Y el diablo anda vigilante para tentarme y hacerme caer. Dame, Señor, la luz que me llene de valor y voluntad para, en tu Espíritu, y por tu Gracia, vencer las tinieblas a las que me quiere arrastrar el Maligno. Amén.
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