Ver las cosas de otra forma no es cosa fácil. Quizás creas que se puede cambiar con cierta facilidad, pero a la hora de llevarla a cabo nos encontramos con dificultades. Un corazón no se transforma de manera fácil, pues apegado y habituado a su forma de pensar y actuar, hacerlo de forma diferente, le cuesta.
Las costumbres se hacen leyes, y eso no es del todo bueno. Porque muchas costumbres, adoptadas en el tiempo, descubrimos que no valen para otros. La experiencia nos lo descubre claramente cuando advertimos que muchas cosas que ahora hacemos con normalidad, en tiempos de nuestros padres eran prohibitivas, y, de infringirlas, arruinabas tu vida.
También nos toca a nosotros discernir lo que quiere decirnos Jesús. Cuando estamos en una fiesta, no es cuestión de pensar en el ayuno. Si bien, es verdad que, terminada esta, empezamos de nuevo la dieta. La vida es un camino de equilibrio, donde se dan excesos, pero también defectos. Lo importante es el criterio del amor. Cuando se ama, se busca el bien, aunque ese bien exija en ese momento renuncia, sacrificio y ayuno o privación.
Ahí debe estar el equilibrio. Una nueva forma de ver la vida. Y eso es lo que te pedimos hoy, Señor. Enséñanos a ver la vida como Tú nos la has enseñado. Danos la sabiduría de entender y de avanzar en crecer en perfección. Buscar lo nuevo, no lo acostumbrado y legislado, porque los tiempos cambia según cambia el corazón del hombre.
Danos un corazón nuevo que renueve toda nuestra vida, para saber amar renunciando a todo aquello que nos impide hacerlo tal y como Tú, Señor, nos ama. Ese es el sentido del verdadero ayuno que Tú quieres indicarnos. No un ayuno de normas establecidas, sino un ayuno que nace en el corazón que ama y se da a los demás.
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