Nunca mejor dicho, "nuestra vida tiene la Palabra". Y es que si proclamamos la Palabra de Dios, pero nuestra vida camina por otro lado, a parte de ofender a Dios, escandalizamos a los hermanos y los alejamos y distanciamos más del Señor.
Nuestra vida tiene la Palabra cuando lo que decimos tiene sintonía y esfuerzo para coincidir con la vida que vivimos, valga la redundancia. No hay mejor palabra que aquella que descubre y proclama lo que vivimos. Porque con la vida sobran las palabras. Y cuando hablas señalas tu propia vida.
Es lo que Jesús nos ha enseñado con sus Palabras y su Vida. El encuentro con Jesús está vivenciado y sacado de la misma vida. La samaritana, Zaqueo, Mateo, cada apóstol y muchos más obtienen de Jesús ejemplos sacados de la vida misma. No son palabras huecas que se pierden en la abstracción, sino que se concretan en hechos cotidianos de la propia vida, y que todo hombre busca y desea.
Buscamos vida eterna y gozosa. No se nos esconde que corremos detrás de ello. Todo lo que hacemos en nuestra vida esconde detrás esos deseos de felicidad y gozo eterno. ¿Por qué negarlos? Y cuando Jesús nos habla de ello despierta la esperanza en nuestros corazones.
Porque no sólo nos habla como una ilusión inalcanzable, sino que nos la pone realmente a nuestro alcance con su Vida y, sobre todo, con su Resurrección. Es el Hijo de Dios, que tiene poder sobre la vida y la muerte. Nos ama entregando su Vida, y nos ofrece, con su Nacimiento, la promesa de revelarnos el Amor del Padre amándonos como el mismo Padre nos ama.
Pidamos, confiados como los pastores, ir al encuentro del Señor, y proclamar con nuestras palabras y vidas que Jesús, el Salvador, ha nacido para rescatarnos de la esclavitud del pecado. Que este año que hoy empieza, sea un año en el que proclamemos con nuestra palabra y vida que Jesús ha Nacido. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario