Jesús despertaba curiosidad por donde quiera que pasaba. Su fama era grande, porque curaba a todos aquellos que se le acercaban. Una primera observación nos hace descubrir que el motivo del acercamiento a Jesús, no es su Palabra y el contenido de la misma, sino la inmediatez de ser curado.
No podemos imaginarnos a un Jesús que no cure ni expulse demonios, porque, de no hacerlo, posiblemente no se le acercaría tanta gente. Por lo tanto, el Poder de Jesús es necesario para atraer a la gente y para demostrar su Divinidad de Hijo de Dios. Y con esa finalidad hace esos milagros, porque, nosotros, los hombres y mujeres, valoramos el poder, el milagro, el misterio y la fuerza. Y Jesús, el Señor, lo puede todo.
Pero sería muy fácil presentarse como el todo poderoso y conquistar el mundo en dos días. Jesús elige un camino diferente, todo lo contrario. Un camino sencillo, de pobreza y humildad. Y, enérgicamente pide que no se le descubra, porque así quiere presentarse entre nosotros. Es el Dios del amor, que se ofrece a todos en servicio y caridad. Por eso atiende y cura a todos los que se le acercan, pero quiere que creamos en Él aunque eso no suceda.
Y demostrada su Divinidad, por su Amor y Misericordia, pero, sobre todo, por su Resurrección. Jesús nos pide que le demos nuestros pecados, creamos en Él y confiemos en su Amor Misericordioso a pesar de que nuestra vida tenga que pasar por la cruz del sacrificio, de la enfermedad y de la muerte. Él ha dado su Vida por cada uno de nosotros, y nos ha revelado con su proclamación su Divinidad, Hijo del Padre. Nos pide ahora que, sin más, todo ha sido ya consumado, le demos nuestra confianza y nuestra fe.
Y eso te pedimos, Señor Jesús. Danos la Gracia de sabernos amados, perdonados y acompañados por tu Espíritu, y en Él, guiados por el buen camino podamos encontrar la salvación en tu Palabra y tu Misericordia. Danos la sabiduría para buscarte y seguirte, no sólo por el pan, sino por tu Palabra de salvación. Amén.
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