Supongo que muchos, que seguimos o intentamos seguir a Jesús, queremos, pero se nos hace cuesta arriba vivir y proclamar con esa autoridad que su contemporáneos admiraban y a los que le dejaba las caras pasmadas. Jesús es único, es el Hijo de Dios, y su autoridad le viene de saber y aceptar su Misión de forma voluntaria y plena. Él se entrega en Cuerpo y Alma a su obra.
Y lo hace con la autoridad que su Palabra y su Vida transparenta, y con el Poder que le ha sido dado por su Padre del Cielo. Claro, lógico suponer que deja a todos los que le escuchan admirados y pasmados. Vive y hacelo que dice, y ante esa firmeza y autoridad todos se rinden.
Nosotros tenemos la promesa de Jesús de poder hacer tanto como Él y aún cosas mayores (Jn 14, 12), pero quizás nos falta fe y confianza. Y nos quemamos la cabeza pensando una y mil formas de métodos y estrategias para llegar a las personas indiferentes a su Palabra o alejados, sin resultados. Y cada día nuestras iglesias parecen menos visitadas y más vacías. ¿Qué hacer?, nos preguntamos.
Hoy queremos dejarte esta pregunta, Señor. Pero, más que pregunta es una petición de fuerzas, de valor, de sabiduría y de entrega. Porque sabemos que no damos la talla; porque nos sabemos instalados en el bienestar de nuestro hogar, nuestra familia y nuestro trabajo; porque nos sabemos cómodos, provistos de todo lo necesario para vivir, techo, comida, salud, atenciones sanitarias...etc. ¿De qué nos vamos a quejar? ¡E incluso somos tan desvergonzados que nos quejamos!
Perdónanos Señor, y ten Misericordia de todos nosotros. Danos la capacidad de responder a tu llamada con humildad, con paciencia, con perseverancia, con esperanza y alegría. Y, a pesar de nuestra caída y errores, fallos y debilidades, tener siempre la confianza que estamos en tus Manos y que Tú, Señor, cuando quieras puedes transformarnos y darnos esa autoridad que deje asombrado y pasmado a todos los que nos escuchen. Amén.
Hoy queremos dejarte esta pregunta, Señor. Pero, más que pregunta es una petición de fuerzas, de valor, de sabiduría y de entrega. Porque sabemos que no damos la talla; porque nos sabemos instalados en el bienestar de nuestro hogar, nuestra familia y nuestro trabajo; porque nos sabemos cómodos, provistos de todo lo necesario para vivir, techo, comida, salud, atenciones sanitarias...etc. ¿De qué nos vamos a quejar? ¡E incluso somos tan desvergonzados que nos quejamos!
Perdónanos Señor, y ten Misericordia de todos nosotros. Danos la capacidad de responder a tu llamada con humildad, con paciencia, con perseverancia, con esperanza y alegría. Y, a pesar de nuestra caída y errores, fallos y debilidades, tener siempre la confianza que estamos en tus Manos y que Tú, Señor, cuando quieras puedes transformarnos y darnos esa autoridad que deje asombrado y pasmado a todos los que nos escuchen. Amén.
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