Puede ser que con el paso del tiempo y las ofertas del mundo, tu fe se vaya apagando, y tus fuerzas se vayan debilitando. Y te pase por la cabeza, una y mil veces, la idea de abandonar. Eso le ha ocurrido a mucha gente, y todos lo hemos experimentado de una u otra forma. Muchos desistimos seducidos por el mundo y por la aparente indiferencia de Dios.
Lo primero, decirte que no desesperes. Los silencios de Dios tienen sentido y son siempre para nuestro bien. Él no deja de mirarnos y de acompañarnos. Sería absurdo pensar de otra forma, porque, ¿qué sentido tendría habernos creados y puestos en este mundo? Cada día es una nueva oportunidad de búsqueda y encuentro con el Señor. Ocurre que muchas cosas no entendemos, porque nuestro Padre Dios es Infinitamente sabio, poderoso y eterno. Pero, Él, nos ha demostrado que nos quiere enviando a su Hijo para pagar por nuestros pecados y obtener la salvación para todos nosotros.
Somos unos privilegiados por ser hijos suyos. Es la mayor dignidad que el hombre, por el Bautismo, puede tener, ser hijo de Dios. Y eso supone vivir en la esperanza de la Vida Eterna. ¿Hay mayor regalo de reyes y mayor alegría?
Te damos gracias, Señor, por tanta dicha, y te pedimos que nos llenes de tu Fortaleza y tu Gracia para nunca desfallecer, ni en los momentos más oscuros donde, el horizonte se pierde y la esperanza se vuelve cansina, difuminada por los nubarrones tristes de las adversidades y sacrificios.
Danos siempre un estimulo y una esperanza para levantarnos y emprender el camino. Ese camino del que Tú nos hablas y del que nos enseña con tu Vida y tu Palabra. Que nunca, Señor, dejemos de ver tu Camino, porque Tú nos lo has dicho. Eres el Camino, la Verdad y la Vida. Amén.
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