La cuestión está en la confianza. Quién tiene confianza se fía y pide confiado de obtener lo pedido. Y esa confianza no sabe de impedimietos ni obstáculos. Se pone en marcha y busca el encuentro y lugar para pedir y solicitar lo deseado. Son los pasos que dio el leproso hasta conseguir su curación.
Ahora, no es fácil tener confianza, porque no es cosa de un momento, sino que cuesta ganarla. Tenemos confianza en nuestros padres porque hemos crecidos con ellos, y hemos experimentado el amor que nos tienen y como nos cuidan y protegen. Sin embargo, esa confianza se puede perder en un momento, al no comprender algunas de sus actuaciones.
Igual nos sucede con Jesús. La confianza en Él la tendremos que buscar, y ganarla al convivir y relacionarnos con Él cada día. Conocerlo en su Palabra de cada día, y visitándolo y alimentándonos de su Espíritu en la Eucaristía. Eso nos ayudará a pedirle también que nos limpie y nos haga participe de la Vida de la Gracia que Él nos ofrece. Y experimentando su Amor y su Misericordia, podremos confiar en que Él nos salvará de la esclavitud del pecado.
Gastemos parte de nuestro tiempo en escuchar al Señor guardando silencio en nuestras vidas, y tratando de oír sus Palabras y sus sugerencias. La reflexión y meditación nos servirán de mucha utilidad para encontrar espacios de paz y serenidad donde poder oír la Voz del Señor. Y dónde encontrar momentos de solicitar su intervención en nuestras vidas rogándole que nos limpie y nos purifique, tal y como hizo aquel leproso.
Señor, aumenta nuestra fe y nuestra confianza. Estamos esclavizados por nuestros pecados, y nos cuesta enormemente levantar nuestra mirada hacia Ti. El mundo puede con nuestra humanidad pecadora, y nos tienta y seduce para apartarnos de Ti. Nosotros no queremos apartarnos de Ti, y, como este leproso del Evangelio de hoy, te rogamos y pedimos que "si quieres puedes limpiarnos". Amén.
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