No hay otro alimento para el cristiano que la Eucaristía y la oración, porque la una se complementa con la otra. La oración es el alma que te conduce a relacionarte con el Señor, y la Eucaristía es el alimento de esa alma que se hace vida en ti configurándote con Xto. Jesús. Por tanto, la oración es el sustento de nuestra cruz, entendiendo nuestra cruz como ese camino de renuncias y sacrificios con la que entregas tu vida al servicio y por amor a los demás. No basta nuestra fortaleza ni nuestra actitud, pues, somos débiles y proclives a dejarnos seducir por nuestras propias pasiones y a vivir instalados en el confort y las comodidades.
Necesitamos perseverar en la oración, pues es ella la que nos irá dando las fuerzas y la fe que necesitamos en cada instante para superar las tentaciones y las amenazas que tratan de hacernos caer en el pecado. La cruz pesa y amenaza con doblarnos nuestra espalda dejándonos a merced del diablo. Jesús no da ejemplo en el Evangelio de hoy: Lc 9,18-22): Sucedió que mientras Jesús estaba orando a solas, se hallaban con Él los...
Indudablemente, necesitamos la Gracia y la Fuerza de la oración para superar toda adversidad que la esclavitud del pecado nos presenta. Pidamos, pues, la Gracia de ser perseverantes en la oración y nunca desfallecer para que, adheridos a la cruz de Xto. Jesús podamos sostenernos firmes en su Palabra y cumplir su Voluntad. Amén.
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