Dios, nuestro Padre, no busca satisfacer nuestros caprichos y pasiones. Primero, porque, nuestra naturaleza humana, herida por el pecado, no sabe elegir ni escoger lo que mejor le conviene para la salvación a la que ha sido llamada. Siguiendo sus deseos se perdería eternamente. Y segundo, porque son sus promesas las que Él cumplirá y nos propone para nuestra salvación.
Y esas promesas son las que nos salvan, nos convienen y nos dan la Vida Eterna. Por eso, Él nos la propone, sin exigencias, pues nos ha creado libre para que, con buen gusto, las descubramos nosotros y las aceptemos para nuestro bien y provecho. Porque, es solo la Palabra de Dios la que nos salva y nos da la Vida Eterna. Y el Señor no falla, sus promesas tienen siempre cumplimiento siempre que tú y yo abramos nuestros corazones y estemos disponibles a la escucha de su Palabra y a llevarla a nuestras vidas.
Sin embargo, no debemos olvidar que hay algo muy difícil de vivir, sobre todo, si lo queremos hacer por nosotros mismos, el amor. Porque, cumplir la Voluntad de Dios es amar como Él nos ama y como su Hijo nos ha enseñado a amar con su Vida y Obras. Sería contradictorio que nuestro Padre Dios nos mandara algo que para nosotros sería imposible porque está fuera de nuestro alcance. Si Dios nos ama, deseará también que nos salvemos, y eso supone que podamos cumplir su mandato del amor.
Por tanto, nuestro Padre Dios nos conoce y sabe de nuestras capacidades y fuerzas y estará a nuestro lado para echarnos una mano y, en, con y por Él superar todos los obstáculos para conseguir amar como Él nos ama. Jesús, el Mesías enviado es el Camino, la Verdad y la Vida.
Pidamos, pues, a Dios nuestro Padre, la Gloria y el don de la fe, para que, abiertos a su Espíritu vivamos en el esfuerzo y la actitud de amar como Él nos ama. Un amor que se convierte en verdadera y auténtica oración cuando tu corazón está abierto y disponible a la escucha y al servicio.
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