No se puede alumbrar la oscuridad de otro si antes no alumbras tu propia oscuridad. Y, tu propia oscuridad quedará alumbrada, no por ti ni por tus propios esfuerzos, sino por la acción del Espíritu Santo. Un Espíritu Santo que, impulsado desde tu disponibilidad y tu abertura a su acción, te asiste, te auxilia y te dirige hacia la verdad del conflicto y del error alumbrándote en la verdad y la justicia.
Por eso, más que buscar, prepararte y conocer, que, dicho sea de paso no sobra y es necesario, necesitas relacionarte con el Espíritu Santo, abrirte a su acción y dejarte llevar por sus impulsos de amor.
Y eso exige contacto, oración, fe y disponibilidad. Puedes fijarte y tener como referencia la actuación y actitud de María ante el anuncio del Ángel Gabriel - Lc 1, 26-37 - donde María se rinde a la Voluntad del Padre y abre su corazón a la acción del Espíritu Santo.
Y eso exige contacto, oración, fe y disponibilidad. Puedes fijarte y tener como referencia la actuación y actitud de María ante el anuncio del Ángel Gabriel - Lc 1, 26-37 - donde María se rinde a la Voluntad del Padre y abre su corazón a la acción del Espíritu Santo.
Ella, nuestra Madre, puede enseñarnos el camino, pues ella lo conoce y lo ha recorrido primero, y nos puede alumbrar, por supuesto, fijándonos en ella, para también nosotros, recorrido, poder alumbrar a otro sobre el verdadero camino a seguir.
Es eso, Señor, lo que hoy quiero, una vez más, pedirte y suplicarte con todo mi corazón. Sé y reconozco mis fallos e inconstancias que debilitan mis buenas intenciones pero, también sé que, Tú, Señor, lo puedes todo y, por supuesto, cambiar mi corazón está en tus Manos. Por eso, yo, humildemente, no dejaré de insistirte y seguir tus propios consejos de perseverar e insistir como aquella viuda - Lc 18, 1-8 - ante el juez injusto.
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