Cuando tu corazón descubre la presencia del Reino de los Cielos, queda inundado de paz y gozo. Se siente salvado y amado por y para la eternidad. Y su gozo es tanto que clama a gritos que Jesús - Reino de los Cielos - Vive y está entre nosotros. No puede contenerse y corre a anunciar - con su vida, testimonio y palabra - esa Buena Noticia que nos da felicidad y Vida Eterna.
Pero, no será empresa fácil. En el camino experimentamos pobreza y debilidades. Son nuestras tentaciones y seducciones, nacidas desde nuestro endurecido y egoísta corazón, que nos someten y nos esclavizan encadenándonos al pecado. El mundo nos pone las cosas difíciles intentándonos convencer de que nuestra felicidad, esa felicidad que deseamos y anhelamos dentro de nosotros mismos, está en él. Mundo, demonio y carne son nuestros grandes peligros.
Experimentamos nuestra débil fortaleza y de que no podemos liberarnos de esas tentaciones a las que, por nuestra naturaleza herida por el pecado, nos sentimos prisioneros, esclavizados y encadenados. Danos, Señor, la Gracia de resistirnos a esas tentaciones mundanas; a las pasiones e instintos primarios de nuestra pecadora naturaleza humana que nos somete y esclaviza.
Y, danos también, Señor, la sabiduría de saber anunciar que Tú estás entre nosotros para ofrecernos esa Felicidad y Salvación Eterna. Gracias, Señor. Amén.
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